domingo, 19 de junio de 2011

Invasión al espacio público, una denuncia.



El espacio público está representado por todos aquellos espacios de dominio público, cuyo uso pertenece a todos los habitantes de un territorio, como el de calles, plazas, fuentes, caminos y en general todos los inmuebles públicos destinados al uso o disfrute colectivo.
En un artículo anterior, decía que el espacio público, es el espacio de todos, el espacio que refleja la voluntad de la sociedad que lo conforma. Reitero lo anterior porque quiero reafirmar lo importante que es y significa el espacio público en nuestras ciudades.
Hoy tuve la oportunidad de caminar por calles que no son de mi jurisdicción, es decir, que no son de mi cotidiano paso; simple y sencillamente casualidad. Me di cuenta que mi ciudad ha cambiado y que poco a poco se desfigura, para convertirse en una ciudad que hoy desconozco y rechazo.
Desde hace años el comercio informal empezó a apoderarse de las calles, a través de los llamados “mercados sobre ruedas”, fue poco a poco y es hoy en día en que se han desbordado mas allá de lo imaginable, anulando parcialmente la circulación de vehículos y en el peor de los casos: provocando inseguridad entre los transeúntes, ya que su vida se pone en continuo riesgo  al sortear entre vehículos y puestos ambulantes. Aunado a esto, las ventas informales, cuando se apoderan de un sector, son como una infección mortal que desvaloriza y eventualmente llevan a la quiebra a los establecimientos del sector formal, causando desempleo por supuesto.
El problema ha ido en aumento, sin que la Autoridad ponga freno a tanto descontrol. Se han sobrepasado límites en donde el ciudadano dispone a beneficio propio de la calle (como se muestra en la foto), exhibiendo su mercancía no solo frente a su propiedad, si no más allá de ésta y en días en que ni siquiera es día de “comercio informal”. Les hablo de una “mueblería ambulante”, que se ubica sobre la calle Esmeralda, del Fracc. Los Álamos; en donde se ofrecen asadores, refrigeradores, juegos de sala y comedores entre otras cosas;  todo a disposición y en exhibición amplia en escaparates representados por la vialidad y banquetas.
Todo era cuestión de que se abriera la llave, para que la población se diera cuenta de tanta canonjía y aprovechara la situación para demostrarle a la Autoridad, quien manda en una tierra que es de nadie y en donde todo se vale.
No me acostumbro a la anarquía, a la falta de cultura urbana, a la descomposición social, al conflicto vial ni tampoco a la indolencia por parte de sus moradores y de sus gobernantes. No quiero que pase inadvertida esta imagen que es muestra de algo que debe recomponerse, que urge atenderse. No se trata solo de una calle, se trata de la imagen que se repite indistintamente en casi todas las calles de nuestra ciudad.
Las calles no son de alguien en especial, son de todos en general y son parte de los espacios públicos que debemos respetar como parte de una comunidad. Así lo determina, entre otros; nuestro Reglamento de Edificaciones, que aunque con falta de actualización a la letra dice en su artículo V-II “Prohibición de uso” se prohíbe: II.- usar las vías públicas para establecer puestos comerciales de cualquier clase que sean o usarlas con fines conexos a algunas negociaciones. Pero, ¿cuántos planes de desarrollo se ignoran y cuantas leyes se infringen?.
La mayoría de los ciudadanos queremos vivir en una ciudad ordenada, queremos ver que la Autoridad sea Autoridad y que además de planear la ciudad moderna, innovadora y de primer mundo, sea capaz de aplicar la normatividad urbana, que por cierto urge que sea actualizada, aunque; de nada sirve tener la mejor normatividad, si sus preceptos son incumplidos. El deber del Estado es velar por la protección e integridad del espacio público y por su destinación al uso común, el cual siempre tendrá que prevalecer sobre el interés particular.
MArq. Diana Nieto Adame